martes, 14 de febrero de 2012

Relato corto de Gerardo Dangelo, El negro y el Pelado

Nuevo relato corto de Gerardo Dangelo escrito en un perfecto argentino, su acento materno, tiene traducción para los términos  menos conocidos.

Nos cuenta como transcurre  un partidillo de futbol entre colegas que termina de una forma muy peculiar.

Espero que os guste.




El Negro y el Pelado


La mañana del domingo estaba absolutamente primaveral, con una leve brisa de humedad proveniente del río, que traía de tanto en tanto un olorcito a pescado fresco de los botes que llegaban a la orilla y descargaban entre otros moncholos,1 bogas 2 y algún surubí3 de buen tamaño, que ahí mismo eran destripados por las hábiles manazas de los pescadores ribereños, habitantes muchos de ellos de las islas que cortaban el Paraná4 como para no exagerar su ya de por sí endiablada anchura. A la vista de las vecinas del barrio y de las otras, que incluso llegaban de todas partes de la ciudad y por su puesto de varios señores que parecían conocer desde años aquellos especimenes que el río escupía en su fogoso caudal, se libraba entonces la compra-venta en un ir y venir de manos mojadas por el agua resbaladiza que deambulaba sin cesar en los cuerpos inertes de los peces. Mientras, seguía llegando algún otro bote algo desvencijado y con las maderas mezcladas de herrumbre que caía desde sus partes de hierro viejo, manifiestas huellas de  muchas  jornadas  de     redes sueltas hacia el fondo barroso y profundo del río marrón. Más allá, como ajeno a este barullo pesquero, se apostaba  un enorme carguero que daba cuenta también de sus años en la mar, chorreante la boca de ancla y de gruesas cadenas que amarraban su porte de viejo errante al muelle litoraleño. Mudo, misterioso, casi como un enorme dinosaurio de hierros añejos atestiguando sin más el ajetreo cercano.
Apenas a una cuadra5 del improvisado mercadito de pescado, discurrían unos terrenos que parecían no tener ni dueño ni fin, por su generosa extensión y llenos del aún mojado pasto6 natural, que en estas regiones de humedades eternas y aguas dulces opulentas, crece por todas partes, cubriendo con su afanosa alfombra de verdes esperanzas vastas terranías, donde todavía el cruel y amargo asfalto no revestía de melancólico gris aquellas zonas de la ciudad sin edificar.
Además, una circundante danza de longevos árboles, altos y corpulentos como héroes de historietas, se alzaba hacia el límite del campito dando marco y final al menos en apariencia a la vastedad del latifundio.
En medio de este paraje con aires paradisíacos de la primaveral mañana, se levantaban dos improvisados esqueletos de antigua madera quemada por el sol e hinchada por las lluvias, aunque eso sí, blanqueadas de refulgente cal, lo cual hacía que brillasen con llamativa intensidad, otorgando al paisaje una suerte de señal que invocaba sin contratiempos la práctica deportiva. Por que precisamente,  esos  esqueletos  eran  dos  equidistantes  y paralelos arcos7 de fútbol que esperaban en silencio e inmutables cual guardianes recelosos, el bullicio y refriego de un picado8  informal pero tórrido e intenso.

1 Pez típico de la fauna ictícola del Río Paraná.
2 Ídem 1
3 Ídem 2
4 Río sudamericano que nace al sur de Brasil y desemboca en el estuario del Río de la Plata (Argentina).
5 Acepción por manzana en el trazado urbano.
6 Hierba que pace el ganado, por extensión hierba en general.
7 Porterías.
8 Partido de fútbol informal.


Sobre mitad de mañana, cuando quedaba todavía alguna mujerona con el mate9  y el termo en la mano, por la zona del pescado, comenzaron a llegar los protagonistas.
Sí, eran los de siempre, los amigos del barrio o del trabajo, la mayoría entrados en añitos, con asomo de canas, barrigas de cervezas y asados10  y la piel curtida de innumerables hazañas laborales y de las otras, entre ellas ésta del partidito del domingo, infaltable para quien se precie amante del balompié allí donde se ponga.
Con paso cansino y destemplado aparecían desde la vereda sur algunos y desde detrás de la arboleda los otros, por que estaba claro que eran dos equipos que se habían dado cita a las once de la mañana y había que ser puntual. Un duelo de esta índole, donde por estas tierras el fútbol adquiere connotaciones de advocación religiosa, no podía permitirse un retraso innecesario.
Es más cada equipo lucía su respectiva indumentaria, muy de entrecasa por supuesto. Lo único semejante eran claro está las camisetas, por que los pantalones o las medias11 aparecían de cualquier forma y color en cada bando. Azules  marinas  por  un  lado  y  blancas  con una banda lateral verde por el otro y como si fuese poco las azulinas tenían sponsor en el pecho “Almacén Jorgito” se podía leer en letras amarillas.
 Las balnquiverdes estaban lisas y mudas de carteles pero daba igual, seguro que entre todos las habían comprado en liquidación.12
Las once menos cinco, los equipos dispuestos en el campo, algunos se acomodaban el pantalón y hasta debajo de él, otros con la cara arrugada del sol de frente esperando el inicio y por detrás los respectivos arqueros13 frotándose las manos y mirando   hacia  los lados para verificar si estaban correctamente colocados debajo de los palos. Siete por equipo, por que no daba para más, nunca se podía juntar mas gente, así que había que conformarse con un picado14  de siete y no de once.
En el arco sur estaba el cabezón Ciruelo, defendiendo los colores azulinos, corpulento, electricista de profesión, un poco pesado y lento a la hora del vuelo pero de buen rendimiento por abajo. Sus defensas eran el flaco Gandolfi y el gallego García que aunque era  de un pueblo de Madrid y había llegado desde muy chiquito, el mote de gallego está extendido a todos los de la “Madre Patria” por eso de ser los mas numerosos en venirse para este lado. Hacían una pareja de centrales bastante original, justamente  en  su  apariencia  física,  uno  flaco, alto y hasta casi desgarbado y el gallego, gordito, retacón pero ágil a la hora de cerrar o de cruzar a los delanteros rivales.  Más adelante de la línea defensiva y armando ya el mediocampo se apostaban el chori  Carlitos, el más joven del grupo, que por su puesto había trasladado su habilidad de escaparse unas cuantas veces de la cana15 por afanar16  bicicletas, que eran su debilidad, al campo de juego donde a veces se tornaba imparable, hasta que una buena patada por detrás le ponía límites. A su lado, el tucumano Peralta, siempre mostrando los dientes blancos sobre la jeta17  negra norteña, todo le daba igual, no se calentaba por nada, y así se tomaba en este caso el partido. Y para finalizar el equipo, la delantera la componían el pelado Jorgito, que en esto de manejar la pelota se le daba bastante fulero18 , pero   claro  era  el   dueño  del almacén y el que había puesto la guita para las camisetas, aunque de vez en cuando la metía en el arco19 de enfrente. Completaba el ataque, el oso Armando, fiero20 como ninguno, asustaba con su presencia y sus 95 kilos metidos en un cuerpo de mamut, mas que de oso, por lo tanto con su sola presencia física arrasaba con lo que había por delante en el área rival, ya sea un defensor, el arquero o la pelota, todo al mismo tiempo.

9 Recipiente de calabaza para tomar la infusión de yerba mate.
10 Barbacoas.
11 Por extensión, calcetines de fútbol.
12 Rebajas.
13 Porteros.
14 Ídem 8.
15 Policía.
16 Robar
17 Cara, rostro.


En el team blanquiverde la cosa no apuntaba demasiado diferente, tal vez la camiseta blanca en su mayor parte los hacía a la vista más pulcros y formales, pero en realidad los estragos de la vida de casado, las catástrofes gastronómicas y el trabajo duro de tantos años no agregaban en absoluto aspecto de futbolistas. Debajo de los palos, la chancha21 Bermúdez, era difícil que se le colara el esférico, tanto por su anchura que parecía extenderse de un poste a otro como por sus gritos intimidantes cuando se le acercaba algún contrario con pelota dominada, retumbando su vozarrón por todo el aledaño. De esta manera conseguía poner nervioso al rival, según su filosofía y claro que a veces llegaba a su objetivo obligando al otro a rematar apresurado.
 Sus defensores, los hermanos Petinatti, el Negro, por su piel tostada y el Yeyo, un poco más claro que aquel, se entendían bien, para eso eran hermanos, de juego técnico y hasta exquisito para salir con el balón bien jugado y pasarlo a un compañero sin rifarlo en la cancha22, claro, eran técnicos químicos ambos, así que eso de jugar con orden y eficacia era lo suyo. En el medio el bincha23  Jiménez, petiso24, panzón25, chueco26 y ligero, es decir, éste  sí  tenía  toda la pinta de haber jugado en serio en algún club y efectivamente, en sus tiempos había sido semi-profesional en la liga provincial.

18 Feo, horrible.
19 Portería.
20 Feo.
21 Cerdo, en femenino.
22 Campo de juego.
23 Cinta atada sobre la frente.
24 Bajo de estatura.
25 Barrigón.
26 Con las piernas arqueadas.



 A su diestra, el Lucho Domínguez, cansino, pensante, hasta lento a la hora de pasarla, a él le gustaba pisar el cuero, tenerlo lo más que se podía debajo de la suela, mimarlo un poco y después sí, buscar la mejor resolución, una especie de romántico en decadencia que solía aplicar los mismos métodos a la hora del amor, por que su otra pasión eran las mujeres, sobre todo en cuestión de mimarlas. No era extraño verlo cada dos por tres, con alguna nueva conquista haciendo gala de irresistible a pesar que le faltaban dos para los cincuenta. Y adelante completaban, el alemán Sievenrock y el turco Kataradian, delantera internacional si se quiere, aunque sus apodos y apellidos se debieran a sus ascendentes que en algún tiempo lejano se radicaron en estas pampas a pegarle al rastrillo. Los dos, rápidos y certeros a la hora del gol y al turco le iba eso de sacarse la camiseta y revolearla al viento cada vez que marcaba, lo cual no sentaba muy bien al equipo rival.
Configurado el detalle de los oponentes, el pelado Jorgito miró el reloj pequeñito que llevaba en el bolsillo de su pantalón y dio la orden de inicio, al menos el comienzo del partido era puntual, luego su duración la establecía el cansancio y el propio pelado que transcurrida aproximadamente una hora comenzaba a otear nuevamente el relojito y daba la voz de alto. Y empezó nomás el duelo, corriendo aquellos barrigones, mal entrazados y graciosos en sus movimientos detrás de la pelota Puma, comprada especialmente para este noble fin que iba de un lado a otro mojándose cada vez más con el rocío de la mañana que todavía otorgaba brillitos  traviesos sobre el césped.
El sudor y las primeras bocanadas de aire desesperadas no se hicieron rogar, pero todo era cuestión de soltar el primer espasmo y luego ir afianzando el temple con el correr de los minutos. Sobre los quince minutos de tranco nervioso y voluntades sacrificadas por el esfuerzo, el pelotazo para el Pelado27 Jorgito fue amplio y sugerente, por lo que éste salió como una saeta detrás de la redonda, con los ojos desencajados y la ilusión del peligro de gol. El cruce del Negro Petinatti no se hizo esperar. La pierna estirada en el aire impactó en la gorda rodilla del pelado que dio un par de tumbos y se desplomó mirando el cielo, pero inmediatamente se incorporó mirándolo feo al Negro, que respondió la mirada con ojos angulosos y fríos. Antes de sacar la falta el pelado algo le dijo a su paso  aunque nadie logró escuchar el murmullo. Algunos pusieron cara de preocupación, como si algo no fuese bien. Cinco minutos más tarde en un forcejeo en el área chica y a pesar del grito intimidatorio de la chancha Bermúdez, el Pelado Jorgito le propinó un rotundo codazo en el pómulo izquierdo al Negro, cayendo éste de rodillas con la mano en la cara. No tardó en reaccionar y desde el suelo con los ojos clavados en el pelado le dijo:

-¿Qué hacés boludo28 ?
-¿Qué pasa? No es para tanto, cheee....!!  -replicó el Pelado-.
-Vamos, vamos....! intervino un poco más allá el oso Armando, como intentando apaciguar algo que se entreveía.

Tan solo tres minutos después, la patada por detrás del Negro, hizo revolcar otra vez al Pelado haciéndolo tragar hasta un poco de pasto en el trompazo contra el suelo. Ahí se levantó el Pelado y dándose la vuelta con la cara enrojecida espetó:

-Mirá, la verdad es que te podés ir a la concha de tu madre29...!!
-Pero que decís maricón, andáte a cagar y déjame de joder30...  . .! –fue la respuesta del Negro.-

Los dos se avecinaron como buscándose el contacto físico, pero la oportuna mediación del Lucho y el Chori evitó males mayores. El partido siguió su curso y en un córner para los blanquiverdes el turco Kataradian metió la cabeza quien sabe por donde y sentenció el 1-0. Por su puesto, emprendió veloz carrera con la camiseta en la mano haciendo círculos en el aire, tal vez con la fantasía a cuestas que todo un estadio abarrotado lo ovacionaba. El gol, claro está no sentó bien, y los azulinos comenzaron a poner más énfasis y garra para empatar.
Pero, desgraciadamente el Pelado y el Negro, se cruzaron una vez más y se dieron dos patadas como demonios en mitad del campo:

-Pero, la putísima madre que te reparió, hijo de una gran puta!!! –se adelantó el Negro-.
-Que decís, la recalcada concha de tu puta madre, mal parido de mierda!!! –contestó el Pelado.
Y ahí, sí,  trenzaron y se metieron un par de cachetazos31  a mano abierta que provocó el tumulto necesario y urgente de la separación a la que acudieron todos menos la chancha Bermúdez, muy apresurado en buscar detrás de su palo derecho un sándwich de mortadela que se había traído en una bolsita amarilla.

-Paren, cheee...que somos todos amigos!! –vociferaba el Bincha- aunque ambos púgiles de ficción no le daban mucha bola. Finalmente los ánimos se calmaron y se trató de retomar la senda del evento deportivo con la mayor sobriedad posible.
Pero, no había nada que hacer, la disputa personal entre el Pelado y el Negro estaba echada y era dable suponer que en la próxima pelota dividida la refriega podía continuar. Así fue...

-Me reventaste el tobillo, hijo de mil putas, te voy a arrancar los ojos, cagón de mierda!!
-Pero por que no te vas un rato a la reverenda concha de tu hermana, puto, tragón, trolo32 de cuarta..!!
-Vení maricón, que te voy a meter la pelota por el orto33  hasta que la cagués, puto de mierda!!
-A ver si sos capaz, inválido mental, que tenés menos huevos que un eunuco..!!


27 Sin pelo.
28 Tonto
29 Insulto, concha: vagina
30 Molestar
31 Golpe dado en la mejilla.
32 Maricón.
33 Culo.


La mañana se había complicado en demasía, el aire que rondaba el  ilustre juego ya no era el mismo. La aglomeración de los seudo futbolistas en el centro del campo para separar al Pelado y al Negro se repetía una vez más, perpetrando una especie de batallón antiviolencia, aún así hubo varias sueltas de manos que fueron a impactar a los rostros enceguecidos de los dos implicados en la vergonzosa escena de pugilato.
Los insultos mutuos continuaban emergiendo de sus bocas, convertidas en sendos cráteres de volcán arrojantes de fuego y odio. Entre todos apaciguaron los caldeados ánimos y se decidió de mutuo acuerdo suspender el evento. Por un lado los del equipo azul acompañaban al Pelado hacia un costado de la cancha para después ir llevándolo de a poco hacia el barrio, no sin antes mascullar entre dientes unos cuantos descalificativos más hacia el Negro. Por el otro lado sucedía lo mismo, se iba el Negro, acompañado por algunos más que intentaban calmarlo mirándole además el codo, bastante maltrecho del último encontronazo.
-¡La próxima vez lo mato! –se le escuchó balbucear cerrando la sentencia con un escupitajo certero.
Una hora después aproximadamente, en el bar Cacho, reducto inconfundible de la barriada se encontraron a degustar una cervecita el Oso Armando y el Lucho Domínguez. Incorporado el segundo trago por la terrible sed acumulada entre el exiguo partido y la bronca soportada, el Lucho se animó a preguntar:

-Decíme Oso, ¿es para tanto que estos dos se pelearan de esa forma?
-Y bueno Lucho, son cosas que pasan, viste...
-A mí me parece que no es normal, por un simple picadito...
-Mirá, confío en vos y esto no se lo cuentes a nadie. -Murmuró el Oso en vos baja, aunque la historia en verdad la conocía todo el barrio, menos el Lucho, claro-.
-El asunto viene de muy lejos, sí, de hace por lo menos más de diez años.
El Oso le metió otro sorbo a la cerveza fría, tiró el aire con fuerza que llegó hasta las narices del Lucho y mirándolo con  los ojos abiertos y las cejas empinadas, prosiguió:
-Resulta que el Pelado estaba muy enamorado de su mujer, y lo sigue estando claro, ¿Vos la conocés a la Estela, no?. Viste como está esa mina34, es una potra35 descomunal, y eso que ya anda cerca de los cuarenta.
-Si, claro que la conozco, -asintió Lucho- tiene un lomo36 bárbaro...!!
-Bueno, por aquellos años el Pelado y el Negro, eran muy buenos amigos, mucho más que ahora, me refiero, eran como dos gotas de agua, siempre andaban juntos, muy compinches en las malas y en las buenas, se juntaban a cada rato a tomar café, iban al fútbol juntos y se tenían un aprecio muy grande. Eso se notaba en el grupo y más de uno les tenía hasta cierta envidia por su gran amistad.
 El Pelado ya se había casado con la Estela, pero todavía no tenían hijos. Sí, los pibes37 vinieron después. Bueno, imagináte que si esta mina está así ahora, por entonces ¡ ni te cuento!. El asunto fue que una noche el Pelado había terminado de trabajar y tenía un asado con unos amigos de la Cámara de Comercio. Era en el centro, por lo que decidió cortar camino por el Parque y en medio de la oscuridad, por que viste que las lámparas del Parque no iluminan una mierda, avistó el coche del Negro, que estaba apostado debajo de un árbol. Claro, pensó enseguida que el muy puto, se había levantado una mina y estaba poniéndola al día. Y sí, efectivamente, así era, por que divisó en la penumbra una voluminosa cabellera negra. Como le daba el tiempo, quiso gastarle una broma. Dejó el coche unos metros atrás y se vino despacito caminando hasta el del Negro, dispuesto a golpearles la ventana para asustarlos. Pero sus ojos no dieron crédito a lo que iba a ver. Era su mujer, la Estela, estaban los dos en bolas38. ¡ No sabés la que se armó!. El Pelado dando patadas al coche, puteándolos39, que los iba a matar. El Negro no se quería ni bajar, pero ella, aprovechando que su marido se iba hacia la otra puerta, salió disparada en pelotas viva corriendo por el parque. El alboroto y los destrozos que a esa altura había provocado el Pelado hizo que apareciera una patrulla policial y terminaron los dos presos.
La Estela según parece, se dio a la fuga en un taxi rumbo a la casa de su madre. Imgináte la cara del taxista cuando se le subió semejante yegua40 en cuero, a mi me hubiese dado un infarto, ja ja ja!!!
-Y entonces, ¿ qué pasó después ? –inquirió el Lucho, con cara desesperada-.
-Y que va a pasar, estuvieron un par de meses separados pero después el Pelado terminó perdonándola y volvió con ella, la quería mucho, sabés. Y claro está que la amistad con el Negro quedó rota de cuajo, pero con el paso de los años volvieron a hablarse y a restablecer su relación dando a entender que la situación había quedado superada. Sin embargo, como ya has visto, cada domingo de por medio que nos juntamos para el partido, el roce entre los dos es inevitable y termina casi siempre como hoy, por lo que generalmente nunca acabamos de jugar el partido completo...cosas del fútbol, visteee...

34 Mujer, tía,
35 Mujer con buen cuerpo.
36 Cuerpo.
37 Niños, chavales.
38 Desnudos.
39 Insultándolos.
40 Mujer bonita y de gran cuerpo.

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